Los viajes de José Antonio Bríggiler
"Referencias: Realizó su primer viaje en 1863, contando trece años de edad, vino desde Suiza con su madre Ignacia Smitalter y su padrastro. Sus hermanos se llamaban: Cristian, Benjamín y Victoria.
Instalado en la Argentina, mi abuelo viajó varias veces a Suiza, su Patria, trayendo objetos novedosos. En uno de sus viajes adquirió maquinarias para carpintería, pero quiso el destino o la casualidad tal vez que se encontrara con un muchachito rubio de dieciocho años de edad, de apellido Polter; éste le ofreció a mi abuelo un stock de ardillas, oportunidad que él aceptó de buen grado pero con una condición:
- 'Mirá… si te compro las ardillas, tendré que llevarte a vos para que las cuides'.
En horas de la tarde de ese mismo día, se presentó en la casa una señora que pretendía hablar con mi abuelo, venía para decirle que aceptaba la propuesta que él le hiciera a su hijo, ya que ellos en el entorno familiar, padecían necesidades y no les alcanzaba el dinero para mantener a sus otros hijos. Es así como mi abuelo aceptó al joven rubio de las ardillas, viajó con él a la Argentina, seguramente embelesado por la novedad y por el desafío que la vida le presentaba en los albores de su juventud. La suerte estaba de su parte, ya que había pagado muy poco por el viaje, debido a que oficiaría en el futuro como “entendido” en las maquinarias que mi abuelo había comprado.
Contaba mi abuelo que el joven solía mirar las ardillas y decir con énfasis: '¡Viva la Argentina!', presagiando o imaginando quizás que podría llegar a amarla como a su patria de origen.
En otra de las travesías que realizó mi abuelo había adquirido una cantidad considerable de camisas, (suelen contar que eran unas setenta aproximadamente); éstas le sirvieron para el viaje de regreso, ya que como no había forma de lavarlas, él las usaba y las volvía a colocar en el baúl. Cuando regresó a la Argentina, mi abuela las lavó a todas a la vez (pretendiendo tal vez desprender de la tela el olor al océano, la nostalgia de la otra tierra o para acercar las distancias ente una y otra patria); este hecho causó tanto impacto en la curiosidad de los vecinos, que todos arribaban a la casa para saber qué había ocurrido que las sogas estaban pletóricas de camisas.
No quiero olvidarme de un gran detalle: mi abuela tardaba veinte minutos en almidonar una camisa, y sólo ella sabía y debía realizar esos menesteres, porque el abuelo era muy delicado o quizás muy 'presumido', él venía de otra tierra y le gustaba estar siempre impecable, valorando a su vez la tarea auténtica de su mujer: mi abuela.
Esta historia fue escrita por mi madre: Elvira Bríggiler de Racca (fallecida el 13 de junio de 2002)".
La señora Graciela Racca, hija de Elvira, es quien acercó el material a la Colectividad del pueblo.
El texto está corregido por la profesora Elbis Gilardi.
Enviada por la Comisión de la Colectividad Suiza de San Guillermo.
Prof. Elbis Gilardi
E-mail: elbisgilardi@brinet.com.ar